Era ayer, lunes sobre las seis y media de la tarde, cuando me disponía a salir de casa, como otros lunes y otros jueves, cuando mí hijo de tres años, me dijo: “¿Dónde vas ahora, papá?”. Él sabe ya que esos días de la semana su padre acude a A.B.A.J., la Asociación que en Burgos atiende a personas afectadas por la problemática del Juego Compulsivo o Ludopatía.
A un niño de esta edad resulta un poco difícil explicarle que el “Juego de Mayores” a veces puede hacer daño. Que el juego de adultos en un bar, es muy diferente al suyo, al que practica durante el rato de recreo con sus compañeros o con el que se divierte cuando lo hace en casa con su hermano.
Trato de hacerle entender que a muchos papás y a muchas mamás les “Duele la cabeza” y que por ello hacen cosas que no desean y de las que después se arrepienten; que quieren mucho a sus pequeños, pero que no pueden estar con ellos porque unas máquinas con colores que hay en muchos bares parece que les “hablan” y les “invitan” a gastarse el dinero, que les “hipnotizan y se lo roban” y que después no pueden comprar cosas que sus hijos necesitan.
También trato de decir a mi retoño que la mamá de alguno de estos niños después llora y discute con su papá, que a veces se insultan, y que su papá, aún queriendo mucho a todos ellos, vuelve otra vez a hacer lo mismo a los pocos días y que después…llora y llora, que ya no se ríe, y que sufre mucho, y que ya no es feliz y que por eso le duele tanto la cabeza.
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